Entre las verdes montañas antioqueñas se pueden escuchar por las noches los alaridos de una mujer que busca a sus hijos ahogados en el río; el chillido de la Madremonte desorbitando a los malos hombres entre caminos, caudales y árboles inexistentes; los brincos imparables de la Patasola persiguiendo a sus presas y los pasos lúgubres de un cura que deambula por los pueblos sin su cabeza.